El progreso
contaminado
Por Minerva González Germosén
El hombre desde nuestros ancestros ha sido depredador por naturaleza, en
la medida que se adaptaba al medio modificaba su entorno.
Mientras atravesaba por diversas fases
del conocimiento adquiría habilidades y destrezas que empleaba en actividades
para embellecer los alrededores que habitaba. Así, con el paso del tiempo
descubre que dichas acciones podían generarles beneficios económicos, por lo
que se embarca en grandes proyectos. Para lo cual emplea como materia prima
todo lo que le facilita la madre tierra, sin pensar en las consecuencias que podía
producir en sus alrededores.
Por otro lado, la ambición y la acumulación han sido características en
las que se ha enfocado desde su origen, lo que en ocasiones nubla su capacidad
de raciocinio impidiéndole descubrir otros horizontes, quizás más promisorios
en los que alcance iguales o mejores
beneficios.
El hombre progresista siempre ha
considerado muy costosa la inversión para evitar los daños que ocasionan sus
actividades al medio. Centrándose únicamente en inventar los medios que
ofrezcan ventajas económicas y generen los menores gastos. Asimismo, Ignorando
las voces de alerta de las personas que se dedican a cuidar el entorno. Estos conscientes
del daño a los recursos naturales que poseemos, proponen soluciones que
perjudique lo menos posible a la mayoría.
En fin, de continuar el hombre depredando su hábitat sin pensar en los
efectos que genera su proceder. Movido exclusivamente por progreso desmedido,
la ambición y el deseo de adquirir riquezas le heredaremos a nuestros
descendientes un espacio físico desolado y extinto de la flora y la fauna que
tenía hasta antes de que creciera en él
el interés por el desarrollo, aunque paguen un alto precio las futuras
generaciones. La muerte del planeta a costa del enriquecimiento de una minoría
que ha elegido un progreso desolador.